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La sexualidad platónica

En este artículo se exponen algunas reflexiones sobre la relación entre la Teoría de las Ideas del filósofo griego Platón y los aspectos antropológicos, éticos y estéticos de la sexualidad en el siglo XXI.

Platón y la sexualidad
La Teoría de las Ideas constituye el centro a partir del cual se articula y desarrolla toda la filosofía platónica

Aspectos antropológicos

Platón elabora una teoría antropológica basada en elementos órficos y pitagóricos y de concepción dualista en la que se considera un dualismo antropológico en correspondencia con un dualismo ontológico, pues concibe al ser humano como un compuesto de cuerpo y alma.

Para Platón el hombre se identifica más con el alma que con el compuesto de alma y cuerpo por lo que creyó que la encarnación del alma es una situación transitoria y contraria a su destino.

Teoría del cuerpo y el alma

La idea del cuerpo como el origen del mal y la ignorancia y del alma como lo bueno y la dimensión positiva del hombre se concreta en su concepción del cuerpo como cárcel del alma.

Mientras que el cuerpo es contingente y pertenece al mundo sensible, el alma es inmortal y procede el mundo de las ideas.

Mientras se encuentra en el cuerpo, la función del alma es purificarse y ascender mediante el conocimiento, liberándose del cuerpo, hasta el mundo de las ideas. De ahí la importancia que el conocimiento tiene para Platón.

En su teoría del alma, que el filósofo ilustra mediante la alegoría del carro alado, se representan sus tres capacidades:

  • Auriga: contempla las ideas y toma decisiones. Capacidad intelectual.
  • Caballo blanco: tendencias positivas de la voluntad. Capacidad volitiva.
  • Caballo negro: fuente de los deseos y las pasiones relacionadas con el cuerpo. Capacidad concupiscible.

Las cuatro virtudes cardinales de Platón

Para lograr la purificación (catarsis) es necesario el comportamiento adecuado, que Platón define como virtud.

La virtud correspondiente al intelecto es la prudencia, la de la voluntad es la fortaleza y la de la concupiscible es la templanza.

Existe una cuarta virtud que consiste en el equilibrio y armonía entre las partes: la justicia.

Asimismo, el conocimiento es el alimento con el cual las alas del carro se fortalecen, facilitando así la ascensión del carro alado al mundo de las ideas.

Platón y la sexualidad

Tras exponer un escueto y necesario resumen del dualismo antropológico platónico, se describen a continuación algunas de sus implicaciones en la sexualidad del ser humano.

Desde el enfoque platónico debe relegarse el puro aspecto instintivo de la sexualidad, que quedaría referido exclusivamente al cuerpo, para priorizar las cualidades que se corresponden con el alma y el mundo de las ideas.

Para conseguir vencer al impulso concupiscente que sume al hombre en el mal y la ignorancia no hay mejor herramienta que el conocimiento que lleva a la virtud.

En este contexto se hace imprescindible la figura de una élite que se dedique al desarrollo de la ciencia que defina la prudencia (aprender a decidir cuándo, cómo y con quién mantener relaciones sexuales), oriente hacia la fortaleza (capacidad para obtener una respuesta sexual satisfactoria), facilite la templanza (moderación que beneficie a la fortaleza sin agotarla) y tenga en cuenta la justicia (condiciones para mantener encuentros sexuales).

De esta manera se toman en cuenta las cuatro virtudes cardinales que elevan al ser humano al ideal de felicidad (objetivo de Platón) en la esfera sexual, tan importante para el individuo y su sociedad.

Aspectos éticos

Platón desarrolló la teoría ética del intelectualismo moral de Sócrates, en la que se afirma que el conocimiento encamina al bien y aparta del mal, independientemente de la voluntad.

El desacuerdo de Aristóteles

Esta teoría es determinista en el sentido en que el individuo, en realidad, no tendría libertad para actuar desde un punto de vista moral, pues conocer el bien llevaría necesariamente a hacer el bien, y se contrapone con Aristóteles, quien sostiene que el conocimiento no es condición suficiente para la conducta justa y buena, además de afirmar que la conducta buena no depende tanto del conocimiento como de la disciplina de la voluntad en la realización de las acciones justas.

Para el intelectualismo moral los asuntos morales deben ser cosa de expertos, pues son ellos quienes detentan el conocimiento, una propuesta de origen socrático desarrollada por Platón, y que ha llevado a este último a ser calificado de elitista y antidemocrático.

Platón y Sócrates creían que la ética tiene que ser una ciencia, la ciencia principal: saber qué es lo bueno y cómo se adapta a cada caso en particular, encamina a  la felicidad.

Es nuestra inteligencia, según Platón, la que guía nuestras acciones. Y, por eso, debe ser educada.

Platón en el siglo XXI

Aplicar el intelectualismo moral a la sexualidad supondría crear una élite de expertos con el objetivo de determinar qué es lo bueno y lo malo a la hora de mantener relaciones sexuales: cuándo, dónde, cómo, y con quién.

Asimismo, esta “élite intelectual” debería saber actualizar sus conclusiones para contextualizarlas en cada marco espacio-temporal.

Esta teoría posiblemente ha tenido repercusión en el carácter rehabilitador -más que sancionador o correctivo- de los centros penitenciarios occidentales.

Suministrar formación y tratamiento a los delincuentes sexuales como herramienta para devolverlos a la buena conducta sería el reflejo actual de la idea platónica del bien como naturaleza intrínseca del ser humano.

Otro reflejo actual es la confianza en la educación sexual comunitaria para la prevención de embarazo no deseado, infecciones de transmisión sexual o disfunciones sexuales.

Aspectos estéticos

En el mundo de las ideas platónico, el alma puede acceder entre otras, a la idea de belleza, inmutable y una, que se manifiesta en el mundo sensible de diversas maneras, pero siempre, como reflejo de lo bello en sí.

Por ejemplo, un cuerpo hermoso sería bello sólo por el reflejo que posee de la idea de belleza. Por tanto, según Platón, es importante distinguir lo bello en sí, aún en los objetos bellos, más que complacerse simplemente en ellos.

La belleza está relacionada con el bien y la percepción de las cosas bellas implica utilidad y placer, siendo bondad y utilidad más importantes que placer.

Desde el punto de vista platónico el acto sexual es capaz de reflejar la idea de belleza pues puede mostrarse útil de diversas formas (procreación, reforzamiento del vínculo familiar, mejoría de la calidad de vida, etc.) y además producir placer.

Utilizar la sexualidad con el único objetivo de alcanzar placer se alejaría de la idea platónica de belleza pues no siempre es bueno y útil, e incluso a veces puede ser malo, lo que se ve con claridad en individuos con deseos aberrantes y legalmente punibles.

Asimismo, mantener relaciones sexuales sin sentir placer o ser incapaz de alcanzarlo refleja también un desequilibrio, pues el placer es un aspecto intrínseco de la idea platónica de belleza.

Por tanto, para que la sexualidad refleje esta idea no sólo debe producirse una satisfacción para los sentidos, sino que también debe llevar a algo útil, y ser bueno, es decir, que no tenga malas consecuencias para el individuo y su entorno socio-familiar.

Conclusiones

Si bien es cierto que el neoplatonismo tuvo en el pasado una honda repercusión en la moral social de occidente, es fácil comprobar cómo se ha debilitado este pensamiento en nuestros días, en todos los ámbitos, y más concretamente en el de nuestro interés: la sexualidad.

Especialmente desde la revolución sexual de los 60 del siglo XX los medios de comunicación han difundido de forma masiva en occidente una visión de la sexualidad que acentúa lo instintivo, promociona el liberalismo moral -ideología que no entiende de élites ni científicas ni religiosas- y focaliza el interés en el placer sexual y en la vertiente puramente física de la belleza.

En contraste con el platonismo y el neoplatonismo, la tendencia predominante en los mass media occidentales es criticar, ridiculizar o atacar a las personas o instituciones que tratan de poner límites a cualquier modalidad de la expresión de la sexualidad capaz de producir placer -a excepción de las que se prohíben en los códigos penales-, tildándolas de fundamentalistas, moralistas o radicales, incluso cuando manifiestan sus opiniones a través de afirmaciones con base científica y/o ética.

Desde la sexología médica quizá convendría diseñar investigaciones para determinar si estas nuevas tendencias son realmente generadoras de satisfacción sexual, un concepto cuya definición actual todavía refleja algún aspecto de la idea platónica de felicidad.

Autor de la publicación: © Antonio Ferrández Infante. Reservados todos los derechos. No se autorizan copias de este artículo sin previa autorización del editor de SexologoMedico.com. Atención: denunciamos plagios y copias no autorizadas.

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